lunes, enero 11, 2010

Reflexiones de Marina Gallardo acerca de la situación actual del panorama musical





Antes que nada una doble ración una de disculpas por no prodigarme mas, a pesar de que lo prometo una y otra vez, y la otra ración tan generosa o mas que la anterior para desearos todo lo mejor para este nuevo año a quienes por aqui os pasais de cuando en vez.


Son pocas las veces (de hecho creo que es la primera vez), que en este rinconcito, en este pequeño refugio, donde me escondo alguna que otra vez, copio algo tal cual (salvedad hecha, de entradas como la anterior, es decir la adhesión o la difusión de textos en relación a temas diversos), como mucho lo cito y lo enlazo a lo largo de la entrada, pero en esta ocasión no me veo si no en la obligación de hacerlo llegar tal cual, por que no creo que se pueda estar mas acertada en el diagnostico, del panorama musical como lo esta Marina Gallardo, no me siento capacitado para expresarlo mejor de lo que ella lo hace.


He recordado sus a mi juicio acertadas reflexiones cuando esta mañana me llegaba un correo acerca de la SGAE , esa entidad que dice ayudar a los musicos noveles (en un periodo pequeño de mi vida, anduve junto con unos amigos, intentando sacar adelante un proyecto, alla por los tiempos del instituto, no salio como hubieramos querido, varios fuerón los factores y no es plan de extenderse a ese respecto al menos hoy), en nuestro caso salvo amigos, amigos de amigos, y vecinos que soportaron ensayos en domicilios particulares, y la ayuda de un ayuntamiento, no tuvimos mas apoyo (y desde luego nos consideramos afortunados y agradecidos y en deuda con todos ellos por sus animos y su ayuda, pero surge una pregunta, donde estaban teddy y compañia, para guiarnos, para darnos una mano?, como dicen hacer).


Sin mas dilación copio la carta que remitio Marina a Jesus Miguel Marcos que tiene un blog en diario Público sobre musica, confiando que ninguno de los dos se sientan molestos por ello.


Los tiempos han cambiado: la industria musical desde el músico


Estos días están siendo determinantes para el ámbito de la música en España, y es de vital importancia que se reabran viejos y nuevos debates acerca de la industria musical española.

Todo el mundo sabe que Internet ha fomentado, no sólo la posibilidad de dar a conocer nuevos o viejos trabajos que quedaron en el olvido, sino que los artistas puedan promocionar sus trabajos sin necesidad de una economía de por medio y, sobre todo, sin depender necesariamente de unos intermediarios actualmente en tela de juicio.


Comencemos por el principio; la situación es insostenible: las discográficas han dejado de publicar tantos discos, los presupuestos para grabaciones se han recortado o, directamente, se han suspendido –hoy en día, el artista prácticamente ha de pagar la grabación de su disco para que luego la discográfica pase a ser un mero vehículo que dé a conocer la obra a los medios informativos–.


Hay que tener en cuenta que hacer un disco –y no digo el soporte físico, el CD– cuesta dinero, y mucho. Sólo el día de grabación en un estudio, dependiendo de quién lo grabe, cuesta unos 370 euros. Es decir, que sólo cinco días son 1.850 euros. De esos días, dos o tres son para grabar y el resto para mezclar (eso si la misma persona que graba también hace la mezcla). Y si quieres arreglos de cuerda, o un trompetista, o algún músico específico, has de sumarle a todo otros 300-400 euros por persona y sesión de estudio de grabación.


Después de la grabación viene la masterización, último proceso “creativo”. Si vas a publicar vinilo y CD, la masterización te puede salir por unos 1.200 euros. Si fabricas sólo en CD no te libras de los 600 euros –todo depende de si tu disco tiene muchas o pocas canciones–. Y luego, por último, la fábrica, en la que te puedes dejar unos 2.000 euros por 300 copias de vinilo y 1.000 de CD.


Es decir, que estamos hablando de un mínimo de 5.000 euros por hacer un disco de tirada pequeña. Y todo partiendo de que apenas son cinco días de estudio. Pero, ¿qué son cinco días de grabación y mezcla para un disco en el que se ha estado trabajando, al menos, un año de tu vida? Contando con que, tal y como está la cosa, el artista no se puede ni plantearse el pagar a músicos de apoyo, que también viven de todo esto. Así está la cosa.


Esto ha provocado que los artistas fomenten los pequeños estudios –que proporcionan una dudosa calidad, desde luego no profesional– o incluso los estudios caseros, como si el sonido no importase en la elaboración del disco.


Los buenos aparatos cuestan mucho dinero; sólo un buen micrófono para voz, como puede ser el Neuman u87, cuesta 2.270 euros. Y una buena mesa de mezcla, entre 10.000 y 25.000 euros. Esto no ha de ser tomado en broma; las canciones requieren de un sonido específico, y no se puede obviar la importancia del sonido en la música.


Y es interesante, en este aspecto, destacar el sentido de los vinilos no como meros productos-fetiche, sino como la garantía de la mejor calidad de sonido. Hoy en día se ha de insistir en la importancia de las distinciones en la calidad, que el usuario se informe y decida con conocimiento qué calidad de sonido consumir. Pero el mp3, y su sentido divulgativo, es una realidad.


Así y con todo, no se venden discos, y este es el principal problema de las discográficas, lo que lleva a que muchas –principalmente, las multinacionales– centren el problema en las descargas de Internet.


He visto que muchas personas se preguntan cómo puede ser un disco tan caro cuando cuesta tan poco hacer un CD. ¿Creéis que 12-15 euros por un disco es caro teniendo en cuenta todo el proceso que cuesta hacerlo? Porque no se trata de pagar un mero CD (que a las grandes empresas les cuesta apenas unos céntimos) se trata de compensar el proceso de elaboración de un disco, de recuperar los gastos perdidos, dejando a un lado el tema de si se puede vivir o no de la industria de la música; estoy hablando de algo mínimo y básico.


Pero claro, el problema es a dónde va a parar el dinero con el que se paga un disco, esos 12-15 euros, y es que la mayoría se lo llevan la distribuidora y la tienda. Nada para el artista –que, sin embargo, es el autor de todo el asunto– y poco para la discográfica –que financia el disco, se encarga de su soporte físico y ayuda en su promoción–.


Esto hace que las discográficas se planteen el siguiente dilema: ¿para qué vamos a seguir pagando a los artistas en su elaboración de los discos, si ni siquiera recuperamos el dinero de ese proceso con la venta de los mismos? Es una situación alarmante.


Los artistas se están dando cuenta de que es más rentable para ellos dar a conocer su música mediante internet, autoeditar sus trabajos y costearse el estudio, y luego recuperar el dinero mediante los conciertos.


Es decir, que lo que el artista está entendiendo es que cada vez los intermediarios tienen menos sentido en el proceso industrial de su música, porque los beneficios que le proporcionan son lastimosos y prácticamente inexistentes.


Hoy en día son más artistas los que han tomado conciencia de la inutilidad de los intermediarios, y son ya muchos los que optan por licenciar sus trabajos bajo Creative Commons y no mediante SGAE.


A día de hoy la música goza de unas posibilidades de expansión como nunca las tuvo. Internet y el intercambio de discos favorece enormemente el consumo de la música. Pero claro, parece que con todo lo que está planteando el Gobierno, se quiere favorecer a unas ciertas minorías –ricas– que en la mayoría ni siquiera son autores, y se está olvidando el diálogo con los que de verdad tienen que decir acerca de todo esto: los artistas.


La industria discográfica tiene que cambiar su modelo de negocio –sin necesidad de entrar en lo único que da de comer al músico, los conciertos–. Ha de saber adecuarse a la actual sociedad, escuchar a los consumidores de música –la gente va a más conciertos que nunca– y a los artistas.


Ya hay muchas discográficas independientes que están a favor de las descargas por internet, porque saben que el problema está en otro lado, en el modelo de su negocio, en la dificultad de plantear nuevas salidas. Lo que el Gobierno debe hacer, a mi juicio, es ayudar en el planteamiento de esas salidas para que la industria de la música se adapte a los nuevos tiempos.


Se ha de escuchar a la mayoría de los artistas, y no sólo a los que salen en la tele o los que están en discográficas multinacionales. La realidad es otra: el problema no está en las descargas, sino en que la industria actual se aferra a un modelo de negocio –la del soporte físico– que no se corresponde con las necesidades actuales de la sociedad.